La drogadicción y el saber médico. Año 2014.


El uso de las drogas en forma crónica y desmesurada, más temprano que tarde ejercerá un deterioro de las facultades mentales superiores. Y esta es en mi opinión,  una de las  razones más   poderosa para atacar la narcoactividad. Por tanto, el olvido de esta verdad siempre será por omisión cómplice, o ignorancia imperdonable, no solo de aquellos que ejercen el poder político y económico, sino además de cualquier científico involucrado en el área sanitaria

Alguien dirá con propiedad que todas las medicinas son drogas , o que muchas de ellas se consumen libremente como el tabaco, licor , café; y en esto tendrá parte de razón , sin embargo me refiero a las sustancias capaces de producir un estado psíquico alterado, el cual implique alucinaciones , euforia intensa, agresividad, hipersexualidad, criminalidad, etc., etc. Y en tal sentido, es fácil reconocer entre estas a la cocaína y sus derivados, mariguana, LSD, opio, heroína,  y muchas más que se producen y difunden,  aun en medio de sociedades que se jactan de sus modernos servicios de control policial.

El precio a pagar no será únicamente lo que implique un desembolso importante para atender un vicio semejante, sin contar el riesgo de ir a prisión. A lo que me quiero referir, y en ello va el motivo de esta reflexión, es resaltar el inconmensurable precio a pagar con el cuerpo, fundamentalmente el deterioro de carácter irreversible y acumulativo que sufre el cerebro, sin mencionar otros órganos importantes, como el corazón,  que bajo el efecto de la cocaína, está expuesto de manera directa a sufrir un infarto.

Llama poderosamente la atención que en el discurso moderno, al hablar de drogadicción casi siempre se habla de pérdida de valores, y de las acciones nefastas que lógicamente se ven  a diario. El quedarse únicamente con lo anteriormente  expresado, es un reduccionismo sospechoso, que abiertamente  confunde efectos con causa ; porque seguramente lo más importante en esta realidad torcida, es que los que se atrevan a coquetear con estas sustancias, fácilmente pueden ver reducido no solo su coeficiente intelectual, sino más grave aún, ver una merma importante en las funciones mentales superiores vinculadas a las virtudes humanas fundamentales, como lo son el sentido de la piedad, solidaridad humana, respeto a valores esenciales para un desarrollo individual y colectivo.

Es claro que este daño neuronal casi irreversible y acumulativo, no respeta jerarquía social o económica; de aquí, un ser humano en esta penosa  circunstancia, pudiera adquirir rasgos de degeneración e involución, pudiendo en casos extremos de cronicidad y abuso excesivo, a transforma al otrora prometedor joven, en un monstruo despiadado, y esto no por casualidad, sino debido a las lesiones cerebrales acumuladas. La ciencia es  contundente cuando realiza estudios profundos en cerebros sometidos a la drogadicción aguda o crónica, al demostrar la pérdida sustancial en zonas cerebrales, que gobiernan las funciones mentales donde se ancla el psiquismo superior. Por lo anterior, es necesario tomar mayor conciencia del impacto letal de estas aparentemente inocentes modas  moderna, que muchas veces celebran o promueven en forma velada,  estas adicciones mortíferas. Probablemente de aquí parte mucho de  la brutalidad con la cual se realizan incontables hechos criminales; del irrespeto y olvido hacia los valores elementales que deberían caracterizar a seres civilizados.

Miradas torvas y amenazadoras, cuchillos y pistolas prontas a tomar por sorpresa, incluso a quien sin oponer resistencia, y después de entregar sus bienes, es asesinado sin piedad. Depredadores con apariencia humana, en quienes se ha cancelado la capacidad de ver su entorno, como un lugar donde convivir en armonía, inhabilitados para siguir el itinerario trazado por los valores sociales más elevados. La ciencia médica tiene mucho que hablar al respecto, pues aquellos individuos marcados por una destrucción neuronal masiva, difícilmente se asimilaran al orden y disciplina del orden moderno.    Este contexto, no solo debería convocar a  la  religión o el derecho, sino principalmente al saber medico, pues detrás de alguien que se alinee en este ejército desviado, esté donde esté, sea el potentados de saco y corbata, o el  humilde y olvidado personaje  de barrio pobre, siempre habrá que hacerse la pregunta,  de hasta qué punto el daño causado a su cerebro, es capaz  de incapacitarlo por invalidez autoinfligida, en el ejercicio de los privilegios que otorgan las sociedades organizadas.

Así, la violencia y criminalidad pueden y deben  ser reinterpretadas desde otra perspectiva, la cual se pueda integrar dentro de un discurso más apegado a los límites del ser humano, no solo en sus dimensiones espiritual o jurídica, sino como realidad psicobiológica capaz de ser modificable.