«La gran misión”.


Seremos más que compañeros, ¡amigos! ¡hermanos! en este largo, o corto viaje de lucha y esperanza; cruzaremos el horizonte de este siglo, aunque estemos muy lejos en el espacio, pero a la vez en extrema y dulce cercanía. Para desafiar esos parajes oscuros, donde se prueba el honor, y habita ese fantasma de mil puñales, que se llama opresión, pobreza y muerte.Porque aún ahí, existe alguien que se alza hasta el cielo, como una luz en medio de la noche.
Esta es la aventura vital, por rescatar lo sagrado que está preso en el mal del corazón humano ; a la que algunos teólogos llaman el misterio de la iniquidad, pero que más bien parece carne rasgada, sangre derramada ,huesos rotos …tan reales ,y no tan misteriosos y trascendentales como nos han hecho creer. Porque no necesitamos de esencialismos teológico-metafísicos, los cuales se pierden en ese territorio del cual ningún mortal ha regresado; y que son innecesarios, no porque carezcan de elegancia o rigor, sino porque conspiran contra esa genuina inocencia; la misma que nos hace luchar hasta la muerte, como todo ser creado. Jesús no escribió nada, sólo predicó con el ejemplo. Sacó a los mercaderes del templo, y retó a los poderosos de su tiempo…perdonó y rescató al mundo, pero nos dejó la tarea de hacer lo mismo que el hizo, hasta el fin de los tiempos. Y ese fin, ¡qué interesa que sea escatológico…!basta que al final, cualquier vida humana, sea juzgada no en el más allá, sino en el acá…pero de manera clara, con sólo ver que huella hemos dejado, no en páginas muertas, sino en esas hojas vivas, que se llaman «prójimo». Este será, » nuestro Juicio», cualquier otro vendrá, pero como consecuencia del primero. Porque no necesitamos tanta labia para dar pan al hambriento, agua al sediento, y romper las cadenas de la opresión. Basta con mirar con ojos de niño al mundo, para entender no el misterio, sino la maldad del humano, ¿pecador?… No entiendo este término, pero si el de «pícaro, criminal y mentiroso». Para esos, el destino de las piezas que no funcionan en la máquina del mundo: destierro o muerte.
Así, enfrentados desde esta humanidad finita , contra eso que tanto se ha descrito sin mayor eficiencia hasta el hartazgo, y que sólo pasará a ser – al final – , el reflejo de un desequilibrio , centrado en unos contados y privilegiados aprendices de dioses…tan mortales y desgraciados, como aquellos que oprimen. Genios del mal, que consiguieron la fórmula para hacer la pólvora, la bomba atómica…que aún no saben administrar la fuerza de un simple átomo para vivir en el mundo. Porque Dios no nos hizo humanos por accidente, sino para conquistar el universo, pero con exquisitez y sin angustia. Para beber tranquilos y serenos, la copa que nos toca de esa cuota de felicidad y agonía, que todo ser creado merece. Y no porque lo diga el diputado con su código, o el letrado, sino por el simple hecho de haber nacido. De la vida, no hay que hablar demasiado, sólo en la justa y necesaria medida, para poder ver el amanecer de un día, y así también disfrutar el verlo morir en el ocaso. Esta es la esencia de la vida «humana”…lo demás es motivó de sospecha. Mujeres, hombres, etc…cada uno en su lugar…es hora de celebrar la vida.